Habitualmente
Jorge Salas opera sin prisa en sus entes.
Crea unas corporaciones cómodas en el plano, aunque a la vez - con capacidad de emitir acciones - ellas se
muevan a través de él. Todo ese movimiento conjurado, no se presenta como una labor
dramática, por el contrario, el deslizamiento es hacia un concreto donde se desarrolla su ficción. Lejos de palabras e
imágenes mentales, traza suburbios con pasadizos donde habitar
o perderse… no obstante, decir que los caminos y las interconexiones que
componen las piezas, refieren al simple y mecánico hecho de ser producidos con
un cierto orden y constancia, deja fuera tanto unas condiciones que centellean
en el artista y condensan sus decisiones (las evitables y las que no) entre
temporalidades emocionales, como también lo que sucede a partir de allí.
Paseos
extensos, kilométricos, en los que se puede dar vueltas al mundo. No interesa
aquí la pregunta por los motivos. Cuando continuamos viendo más y más en ellos,
aún así escapan de nosotros. No siempre asir algo significa hacerse de su esencial. Partir de cierta realidad sería una base más apropiada:
parpadean formas orgánicas, membranas que protegen, separan o conectan, o
materiales cuasi textiles dados vuelta, que actúan en la profundidad desde la
superficie, entre porosidades o planicies.
Hay
un relato con más de dos direcciones simultáneas en las que el artista
participa completo y a salvo, con su propia piola o piolín. En su cuerpo de
obras, una sustancia se aloja oscilante entre los misterios y las costumbres - hechos
tinta sobre papel, tela o cuerina - que conforman tramas existenciales en las
que nos encontramos “inmersos”, conduciendo a cada uno de nosotros por los
terrenos de su sí mismo, contra
volcanes, tempestades y terremotos.
Paola Fontana
Paola Fontana
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